jueves, 7 de agosto de 2014

Cuando el sol decidió no volver a salir.

Cuando el sol decidió no volver a salir, el mundo pensó que podría superarlo. Pero no pudo.

El día que el sol no salió cuando se le esperaba, hubo sorpresa, miedo, angustia. Pero sobre todo hubo mucha apatía generalizada. Las reacciones fueron encontradas: desde aquellos que sin dudarlo se afanaron en buscar tanto las causas como las soluciones posibles, hasta los que se dejaron llevar por la situación y cayeron en la desesperación más lúgubre. Pasando desde luego por los que, como siempre, utilizaron el hecho en su propio beneficio, creando mentiras y engaños, aprovechándose del resto: nuevos profetas clamando por la salvación y la vida eterna, empresarios sin escrúpulos ofreciendo protección a buen precio, empresas dispuestas a vender cualquier aparato inútil que convenciera de que podría servir para la situación que acontecía.

El día que el suceso se volvió a repetir por séptima vez consecutiva, los números ya habían cambiado. Los desesperados aumentaban sin freno, los optimistas se chocaban una y otra vez contra la dura decepción. Tras el primer shock mundial, las principales mentes del planeta se pusieron manos a la obra. Se probaron avances tecnológicos no publicados anteriormente. Se lanzaron sondas futuristas y se utilizaron los equipos espaciales en exclusiva para recoger evidencias que permitieran entender el suceso. Y por supuesto, mucho dinero paso por diferentes manos. Pero aquellos movimientos quedaban lejos del hombre de a pie, asustado, enfrentado a la nueva visión oscura que su mundo le ponía delante de sus narices.

El día que marcaba el primer mes sin sol, la supervivencia se había convertido en la principal preocupación de la mayoría de los humanos. Las plantas habían comenzado a morir por falta de luz solar y todo parecía evidenciar que los animales pronto seguirían el mismo camino. Y como buenos animales, la gente comenzó a entender la gravedad del asunto y llevó la situación al extremo. Igual que en la mejor película apocalíptica, los centros comerciales fueron saqueados. La oscuridad reinante favoreció el pillaje e incluso propició ajustes de cuentas varios. Las autoridades habían empezado a perder el control, el ánimo general se había orientado al miedo.

El día que se cumplió un año sin luz solar, se habían cumplido todas las expectativas depositadas en nosotros desde hacía tantos años. La destrucción se había apoderado de todo, la civilización había sucumbido. Entre los problemas físicos que la falta de luz había provocado y nuestros esfuerzos realmente insolentes por acabar con nosotros mismos, no quedaba lugar en la Tierra que no hubiera contemplado el horror. Los pocos seres vivos que quedaban se habían reducidos a meros animales enfermos y rabiosos, listos para entrar por última vez en combate por respirar un día más.

El día que no quedó un solo humano en el planeta, el sol decidió volver a salir. Y si alguien hubiera podido verlo, habría jurado que brillaba más que nunca.




Tayne.

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