martes, 25 de junio de 2013

La chica del pelo violeta.

La luna se reflejaba en el cristal de la única ventana que no tenía las persianas bajadas en la fachada de aquel bloque de pisos frío y gris. Desde el otro lado de la calle, a la sombra de una farola parpadeante, la chica del pelo violeta encendió un cigarro y volvió a levantar la vista hacia aquella ventana. Las farolas de la calle iluminaban una acera vieja, con jardineras para flores que hace mucho tiempo que dejaron de crecer. Tal y como ella la recordaba.

Quizás la pared estuviera ahora más sucia, quizás había más pintura caída que entonces. Daba igual, más o menos era el mismo aspecto que tenía hacía dos años, cuando en aquel mismo lugar se dio la vuelta y huyó de los brazos que prometían darle calor para siempre. Al otro lado de aquella ventana. Aquella ventana que nunca tuvo persiana ni cortinas, siempre dejando pasar la luz. Con una leve sonrisa recordó como poco a poco los rayos lunares iban iluminando la pared que había al lado de la cama, recortando sus sombras en la pared. Y como por la mañana la claridad solar los despertaba entre sábanas sudadas y sueños por cumplir.

Dos años habían pasado y había decidido volver. ¿Por qué? ¿Por qué se fue entonces? Ambas preguntas tenían la misma respuesta. Ninguna. Acostumbrada a actuar por impulsos, sin más motivos que el propio sentido de supervivencia, decidió marcharse. Esperando no perder la libertad que la definía como persona. Esperando no volverse vulnerable con preocupaciones más allá de su piel. Y sin embargo... Todo había sido al revés.

Así que dejó caer el cigarro a medio consumir, acarició la última farola que encontró antes de cruzar la calle, y se dirigió hacia aquel portal oscuro. Aquella puerta hacia el pasado, aquella puerta hacia el futuro.

Otra vez sólo actuaba por impulsos, el suyo propio. Egoísta en su idea del devenir de las personas por su vida. Quizás él no la recibiría de la misma manera. Quizás él ya no estaba allí para recibirla. Pero la chica del pelo violeta no era alguien que pensara en esas cosas. Impulsos, puros impulsos.




Tayne.

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