domingo, 20 de enero de 2013

El arte del teatro.

No  hay nada más emocionante que los nervios detrás de un telón. Esa sensación, viendo pasar a tus compañeros, nerviosos como tú, esperando el momento de salir a escena. Observar como está todo a punto, listo para que el telón se levante. Repasos de última hora, palabras de ánimo, sonrisas fugaces, miradas de apoyo. Admirar como un grupo de personas, distintas entre sí tanto en edad como en personalidad, unen sus esfuerzos y sus ganas por un fin común: representar una obra de teatro con el único propósito de agradar al público y a sí mismos. Ese es el arte del teatro.

Horas y horas de ensayos y de aprender un guión. Ver evolucionar a los personajes en la piel de cada actor, observando como la persona se transforma, con una forma de hablar y unas características fruto de la invención del autor. Poder nombrar al personaje y que sin ninguna duda responda la persona. Son detalles que hacen mágica la experiencia del teatro. Y por supuesto también están las complicaciones. Un escenario que no se termina, una frase que no se recuerda, un vestuario que no aparece. Hacer de cosas tan simples una cuestión de vida o muerte. Sin duda, cambiar durante unos días tu vida. Dejar de lado las preocupaciones de verdad, ocupado solo de llegar a la representación con todo listo.

Convertir en un ritual la última semana de ensayos. Pruebas de vestuario interminables, últimas adaptaciones de guión. Cambiar de sombrero, chaqueta o bastón. Risas y bromas solo entendidas por los actores. Venta de entradas con toda la ilusión del mundo. Ensayo general con los nervios a flor de piel. Última mañana montando escenarios y colocando atrezzo. Última tarde de maquillaje y preparación. Y finalmente, ver como se alza el telón ante el público. El único juez posible.

Aún recuerdo los nervios de la primera actuación. Ese cosquilleo en la base de los dedos, esas palabras que comenzaron a salir atropelladas. Pero tras levantar la cabeza, ver las luces alumbrando mi camino hacia el centro del escenario, a mis compañeros convertidos en hermanos por unos días, solo me quedaba la satisfacción de llegar al final del camino y poder por fin poner en práctica tanto trabajo. En ese momento, los nervios dejaron paso a la diversión que solo conoce aquel que se enfrentó a las tablas de un teatro. 




Tayne.

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