miércoles, 31 de octubre de 2012

Alas de ángel.

Vuelvo a tener esa sensación. Esa sensación de que nada malo puede pasarme, de que alguien me cuida. Y yo se quienes la provocan. Son mis ángeles de la guarda. Algo fuera de toda razón pero que creo que es uno de los sentimientos más reales que hay en mí. No sé como apareció pero un día ya estaba allí. Esa seguridad de que me observan desde el cielo.

Un hombre de ciencia, un hombre que se mueve entre números, física y lógica, alguien así... ¿Puede creer en los ángeles? Pues no lo sé, nunca me lo he planteado. Simplemente es real. Hay cosas que nunca te cuestionas porque son así, solamente te dejas llevar porque no puede ser de otra forma. Igual que andar es dar un paso detrás de otro, igual que inspirar y espirar es la forma de que el aire llegue a nuestros pulmones. Pues para mí esa sensación es así, no se cuestiona, se sabe.

Incluso han pasado pruebas, incluso hay momentos que te llevan al límite donde la realidad puede romperse para siempre... Y aquí sigo, y aquí sigue esa seguridad. Más fuerte que nunca. Confirmándome que pase lo que pase nunca estaré solo porque algo que ni entiendo ni quiero entender me rodea. Yo imagino que son las alas color nieve de mis ángeles de la guarda que me cubren. Que en mis momentos de soledad me dan calor y reconfortan, no con palabras, sino con el convencimiento de que todo volverá a estar bien. Tarde o temprano, todo volverá a estar bien.

Porque sé quienes son mis ángeles de la guarda. Siempre lo he sabido.



Tayne.

martes, 30 de octubre de 2012

Esa veleta.

Lo comprendió todo cuando vio girar esa veleta.

Llevaba un rato con la mirada perdida, viendo a lo lejos el tejado de aquella casa destartalada, con su veleta en lo más alto. Adornada por un típico gallo, parecía demasiado oxidada para moverse con la brisa que en ese momento recorría la zona. Solo era una veleta, solo era una casa, y solo era un rincón de su pueblo lo suficientemente alejado de todo como para que él lo considerara un buen lugar para esconderse y pensar.

Y eso hacía, pensaba en qué había pasado con su vida. Hacía unos meses se sentía perdido, estudiaba en una ciudad que no estaba hecha para él, no sabía si había elegido bien su camino, no conseguía relacionarse en condiciones con las personas que lo rodeaban. Pero ahora esos sentimientos se habían esfumado y no sabía cómo. ¿Qué había pasado? La última vez que había pensado en ello, solo quería escapar y de hecho había encontrado la manera. Buscaba empezar una nueva vida en otra ciudad. Se había hecho mil promesas de cambiar, se convencía de que todo iría genial y que sería una experiencia fabulosa. Pero ahora...

Ahora eso no parecía tan importante. Haciendo balance, las cosas que antes le molestaban, ahora parecían tonterías. Se sentía en calma, tranquilo, quizás algo... ¿feliz?. Pero no había cambiado nada en su vida, solo había empezado la primavera, las clases eran menos exigentes, había salido algo más, había conocido a aquella chica... Aquella chica con la que hablaba todos los días, tan alegre, tan divertida, con aquella imaginación desbordante y una impaciencia sorprendente...

De pronto, sin saber muy bien de donde, llego una ráfaga de viento. No era demasiado fuerte pero no la esperaba y se sorprendió, saltando desde la valla en la que estaba subido. Y al levantar la cabeza, aquella veleta había girado. Había cambiado totalmente su dirección. Finalmente lo entendió.

Entendió que igual que ese soplo de viento, aquella chica desconocida había cambiado completamente la dirección de su vida.




Tayne. 

lunes, 29 de octubre de 2012

Tras la tormenta.

Luz entre la oscuridad. Rabia desatada entre lágrimas del cielo. Vientos que soplan arrastrando todo a su paso. Y después calma. Silencio. Vuelta a empezar. Una belleza extraña propia de la naturaleza. Una naturaleza que es capaz de lo mejor y lo peor, pero siempre de una forma maravillosa y sorprendente. Así es una tormenta. Y por eso me encantan.

Por eso, y porque mi vida se identifica con una sucesión de tormentas de mayor o menor grado que me sacuden con su viento, su lluvia y sus truenos. Para después volver a la calma y hacer balance de que gané y que perdí. Y como buenas tormentas, nunca aparecen cuando deberían pero siempre acaba siendo el momento oportuno. 

Y como no podía ser de otra manera, este blog nace después de una tormenta. Pero de las de verdad. De las de noche, sonidos a través de la ventana y caricias entre las sábanas. Y nace por mi necesidad de hablar, de plasmar mis pensamientos más erráticos en palabras que permitan ordenar mi mente, tan parecida a un huracán de ideas, idas, venidas y vueltas a mí mismo. 

Pero no estaría escribiendo esto si la estrella fugaz que me guía no me hubiera iluminado el camino y empujado a salir bajo la lluvia. A mojarme, a sentir el aire en mi cara y gritar mi realidad. Y aquí estoy. Soy el hijo de mi propia tormenta. 

Bienvenidos a mi vida tras la tormenta. 




Tayne.